Hoy, 20 de marzo es el Día Internacional de la Felicidad, y es por ese motivo que voy a hablaros de esa eterna búsqueda y cómo hacerla posible.
Antes de nada quiero explicar el motivo por el cual se considera este día el de la felicidad: se conmemora desde 2013, cuando la ONU decidió buscar el reconocimiento de la felicidad a través de un día específico, dándole la importancia que tiene ésta en la vida de todas las personas.
Ahora bien, pese a la importancia que tiene para todos y todas, si preguntas en la calle de forma aleatoria: “¿eres feliz?” La mayoría de la gente contesta un rotundo NO. ¿Por qué nos pasa esto? La respuesta es clara; mucha gente considera que la felicidad es un objetivo o meta, muchas veces inalcanzable, con unas expectativas muy altas y generalmente utópicas. Además, por si fuera poco, en esta sociedad tenemos la mala costumbre de pensar de manera pesimista, creyendo que de esa manera nos protegemos de lo malo o generamos “callo”. Te sorprenderías de la cantidad de pacientes que he tenido y tengo en terapia que cuando les preguntas: “¿Qué provoca que siempre te pongas en lo peor?” La respuesta casi siempre es algo así como: “porque de esa manera el golpe no es tan fuerte”. Pero eso es un error, ya que se genera lo que en psicología llamamos “profecía autocumplidora” y acabas provocando precisamente que el resultado sea negativo cuando quieres que sea positivo. Otro día dedicaré un artículo completo a hablar sobre este concepto para poder entenderlo, ya que no tiene nada que ver con temas esotéricos ni espirituales, pero nuestra actitud puede provocar que el resultado final sea el contrario al que deseamos. Además, pensando en negativo alargas el sufrimiento, y es incierto que el golpe sea más flojo, la decepción te la llevas igual y además, durante más tiempo que si hubieras pensado de forma optimista. Por no hablar sobre el hecho de que el resultado al final sea positivo, si eso sucede habrás estado sufriendo de forma totalmente innecesaria y sin sentido.
Así, cada vez hay más gente que dice eso de que la felicidad no es llegar a la meta, sino aprender a disfrutar del camino. Esta frase es muy bonita, pero… ¿Cómo se aplica?
- Plantéate metas realistas, a corto plazo y no materiales: Como he comentado más arriba, la felicidad es inalcanzable si las metas planteadas son utópicas. Hay que ser realista, por tanto, tu meta para ser feliz no puede ser algo demasiado grande. Por ejemplo, para disfrutar de la felicidad diaria tus metas pueden ser las siguientes: “conseguir hacer muy bien el trabajo para provocar un ascenso y si éste no llega buscaré un trabajo nuevo, disfrutar de mis abuelos ahora que aún puedo, ahorrar para reformar la cocina que está vieja…”. Como ves, son objetivos que se pueden alcanzar en poco tiempo y que no plantean retos demasiado difíciles. Así, las metas deben ser objetivos que se vayan renovando a medida que los vayas cumpliendo.
- Valorar los logros conseguidos: De nada sirve que logres pequeños objetivos si no te los valoras ni refuerzas positivamente por lo que has hecho posible. Mucha gente dice cosas como: “no me alegro porque es lo que tenía que hacer”. Pues no, debes alegrarte, porque aunque sea lo que creas que tenías que hacer, podrías no haberlo hecho y además, seguro que ha supuesto un esfuerzo. Así que todo lo que sea un objetivo alcanzado, debes valorarlo y felicitarte por ello. No te preocupes, que no te volverás una persona arrogante por autoreforzarte.
- Vive el presente: Parece contradictorio con lo que acabo de comentar de plantearte metas pero no es así. Hay que tener unas metas en mente, pero también hay que disfrutar del camino que se realiza hasta llegar a ellas. Disfruta de lo que haces cada día, deja de pensar en lo que no hiciste o en lo que hiciste mal porque ya no se puede cambiar y no pienses tanto en lo que vendrá, porque no sabes cómo será. Por tanto, lo único que se puede cambiar es el ahora, así que ponte manos a la obra. Si te gusta lo que estás haciendo, disfrútalo, y si no te gusta, cámbialo.
- Acepta tus limitaciones: La felicidad no es ponerse una venda en los ojos o meter la porquería debajo de la alfombra, también es aceptar las propias limitaciones y errores sin autocastigarse. Está muy bien el crecimiento personal y retarte para conseguir mejorar, pero hay cosas que cuesta mucho cambiar, así que aceptarlas es lo mejor que puedes hacer. Eso no quiere decir que no trates de ir limando asperezas, pero poco a poco, como siempre, no te pongas grandes objetivos.
- Trabaja tu autoestima: Para disfrutar de la felicidad es importante quererse a uno mismo/a. Por tanto, valora tus logros, deja de machacarte por los pequeños errores, valora quién eres, todo lo positivo que tienes y préstale atención a las cosas realmente importantes, deja de buscar la perfección porque no existe.
- Mira la vida con las gafas del optimismo: Está claro que la gente optimista es más feliz. Eso no quiere decir que vivan en el mundo de Yupi, pero ante la incertidumbre, es mejor ver el vaso medio lleno que medio vacío. Si vienen cosas malas, mientras más fuerte estés, mucho mejor. Y si eres pesimista, la fortaleza no estará en su mejor momento. Además, si te centras sólo en lo malo que te pasa durante el día, acabarás teniendo un recuerdo negativo del día, lo generalizarás. En cambio, si eres optimista puedes dejar a un lado lo malo que te ha pasado y disfrutar de las cosas buenas que también ha tenido ese día, aunque en compendio sean menos.
- Valora las pequeñas cosas de la vida: Hay cosas de las que no nos damos cuenta porque las vemos como normales, pero en la vida está bien valorar todas esas pequeñas cosas del día a día como: unas sábanas limpias y con buen olor, despertarse al lado de alguien que quieres, tener comida en la nevera, tener gente a tu lado a la que aprecias, tener un trabajo que te da un sustento, poder permitirte algún capricho de vez en cuando, tener transporte público a tu alcance, tener las garantías de que si te pones enfermo tienes donde recurrir, etc. No hace falta pensar en los niños de África para valorar lo que se tiene, se trata de ser capaz de desgranar todo aquello que hace que tu día sea un día feliz.
- Disfruta de lo que sucede con los cinco sentidos: Muchas veces desayunamos sin saborear lo delicioso que está, simplemente porque tenemos prisa. Pues disfrutar con los cinco sentidos todo lo que hacemos garantiza bienestar emocional. No mires las cosas sólo con la vista, aplica también el olfato, el gusto, el tacto y el oído. De esa manera, cualquier experiencia es más sensorial y satisfactoria.
Ahora ya sabes, sólo tienes que aplicar estos 8 tips para disfrutar de la felicidad día tras día. ¡Manos a la obra!
Encarni Muñoz Silva
Psicóloga sanitaria, colegiada nº 16918