Llevamos ya más de dos semanas de confinamiento y es una situación complicada para todos y todas pero puede ser aún peor si vives solo/a.
Los primeros días la mayoría de personas se lo han tomado como unas vacaciones para descansar, arreglar cosas de la casa, etc. Pero ahora empiezan a hacerse los días más largos (y no sólo literalmente), empieza a hacer sol, apetece salir, hablar con alguien y hacer la rutina que hacíamos antes. Por echar, echas de menos hasta trabajar… Pero todo eso se hace un poco más llevadero si vives con alguien, porque puedes compartir tus emociones en cada momento, porque puedes hablar sin barreras, porque te puedes abrazar, besar, etc, en definitiva, sentir.
Estos días las emociones están a flor de piel, cada día que pasa es más fácil que conozcas a alguien que sufre la enfermedad y tienes miedo de que le pase algo malo o ya has perdido a alguien y estás en pleno duelo con lo complicado que se puede hacer sin haber podido despedirte (http://empsicoterapia.com/gestionar-la-muerte-de-un-ser-querido-durante-la-pandemia-del-coronavirus/). Hay incertidumbre porque no sabes cómo te irá laboralmente, si podrás seguir trabajando o esto provocará un cataclismo en tu evolución profesional. Son demasiadas cosas importantes que se tambalean estos días, y que hace que nuestra estabilidad emocional sea más débil.
Pero, ¿y si vives solo/a?
Ya tienes el piso como una patena, has hecho limpieza de armarios y no sabes qué más hacer. Tienes una rutina, haces deporte, haces mil actividades de ocio, pero aún así te sientes vacío/a.
La realidad es que sigues en confinamiento y echas de menos poder abrazar a alguien, poder ver a alguien de alguna otra forma que no sea a través de una pantalla. Estos son los momentos en los que desearías convivir, aunque te pelearas a cada rato. Pero no es así, y la soledad empieza a pesar. Escuchas ruidos de tus vecinos y pesa aún más, sientes envidia, quizás echas de menos a tu pareja con quien no convives aún o tienes miedo de cómo está llevando todo esto tus familiares más mayores, los que no tienen tantos recursos como los jóvenes, quienes no dominan las redes sociales ni las nuevas tecnologías. Te pones en su piel y piensas lo duro que debe ser para ellos si ya lo es para ti. Hay demasiadas horas en el día para pensar y darle vueltas a la cabeza, para rumiar, y aunque sabes lo que hay que hacer para no estar mal, la realidad duele.
Éste no es un post para darte consejos, es un post para estar a tu lado, para que sepas que hay más personas como tú, sintiendo lo que sientes, sin nada que les consuele. Es un post para que te sientas comprendido/a. La soledad pesa y duele. Cuando la escogemos puede ser positiva, pero ahora no es escogida, ahora es impuesta. Es normal que estés mal y que haya ratos muy duros.
Respeta tus emociones, deja sentir tu pena, tu frustración, tu impotencia, tu rabia, tu dolor. Deja fluir todo aquello que te oprime el pecho y libérate. Pero intenta que esto no te pese durante todo el día. Sigue haciendo todo eso que haces aunque no te llene por no poder compartirlo, mantén la rutina, sigue levantándote a una hora prudente, intenta mantener las conversaciones con tus seres queridos cada día, haz actividades en red, socializa lo máximo que puedas aunque sea de forma virtual. Habla con tus vecinos a través del balcón, piensa en lo que harás cuando acabe todo esto, saborea mentalmente ese abrazo real, etc. Esto que nos está pasando puede ayudarnos a darnos cuenta de lo que realmente importa son las personas y no las pertenencias o lo que hacemos. Piensa en cómo está cambiando tu vida y de qué forma puedes aprovecharlo. Y sobre todo, gestiona tu frustración. Ahora a todos nos gustaría que la realidad fuera diferente, pero no nos queda otra que conformarnos y aceptar lo que está pasando. Hay gente que se enfada y piensa que se debería haber gestionado de otra forma, que se podría haber previsto, que se debería haber tomado otras alternativas. Pero el pasado no lo podemos cambiar, y de nada sirve pelearse con eso, intenta hablar contigo mismo/a, escúchate, conócete. Esto puede ser una gran oportunidad para descubrir cosas de ti que no sabías: tus límites, tus necesidades, tus miedos, lo que te hace feliz, lo que te consuela, etc.
En definitiva, permítete momentos de malestar pero intenta que no acaparen todo tu día. Tómatelo como algo temporal, esto pasará más pronto que tarde y servirá como aprendizaje para todos/as nosotros/as, para aprender a valorar lo que tenemos y disfrutar de las pequeñas cosas.
Encarni Muñoz
Psicóloga sanitaria, colegiada nº 16918
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